Se dice que vivir se trata de experimentar momentos gratos, aunque también es una realidad que existen tres acontecimientos –generalmente no elegidos– que irremediablemente pueden suceder.
- Vivir largos años de felicidad y llegar a la vejez sanos y fuertes.
- Llegar a la vejez, pero en el camino sufrir algún accidente o incapacidad que te convierta en una persona dependiente.
- Morir joven, dejando personas que dependen económicamente de ti.
En un mundo ideal, si pudiéramos elegir, posiblemente la mayoría escogería el número uno. Pero los tres puntos son posibles y, en cualquiera de ellos, se necesitará dinero que respalde. Por eso debemos prepararnos para evitar preocupaciones económicas.
No lo expongo como algo trágico, simplemente como algo posible. Por eso, más que plantear la situación, sugiero una solución: transfiere este riesgo económico a alguien más. ¿A quién? A una aseguradora.
Un seguro de vida te protegerá ante cualquiera de las situaciones anteriormente expresadas:
Si falleces, le dejará una herencia –en efectivo– a tus familiares, para que, a pesar del triste acontecimiento, puedan solventar los compromisos económicos.
Si desafortunadamente llegas a sufrir una incapacidad que ya no te permita generar ingresos, tu seguro de vida te dará un monto en efectivo para hacer frente a tus necesidades.
La noticia alentadora es que probablemente experimentes el número uno: largos años de felicidad y una vejez sana y vigorosa. Para ese momento, tu seguro de vida cubrirá el retiro laboral con una suma de dinero para vivir una vejez digna y feliz.
Lo mereces. Regálate la tranquilidad de tener un seguro de vida que te proteja a ti y a tu familia.
Estaré encantada de ayudarte para preparar el que más se adapte a tus necesidades.
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