Hace algún tiempo, caminando por un pasillo del súper destinado a libros, leí un título que me detuvo el paso. Lo tomé para observar la portada. Le di la vuelta y empecé a leer la contraportada. Lo compré.
Soy bailarina, siempre he bailado, por lo que estaba ansiosa por empezar a leerlo. Días más tarde, una compañera de ballet me dio buenos comentarios del libro y, sin dejar pasar un día más, puse “La bailarina de Auschwitz” de Edith Eger, en mi mesita de noche.
Al pasar las páginas me sorprendió que de ballet habla lo mínimo; de los campos de concentración, bastante; de aprendizajes de vida, todo. Fue una lectura realmente inspiradora que considero digna de compartir y por eso van aquí algunas reflexiones.
La autora, superviviente del campo de concentración más famoso de la segunda guerra mundial, relata su historia a un nivel muy profundo. ¿Por qué ella sí sobrevivió? ¿qué tienen en común los que sobrevivieron? Según la experiencia clínica, cuando alguien quiere curarse emocionalmente puede permanecer paralizado durante años. Se necesita un trabajo adicional. Sea cual sea el problema, tú tienes la llave que te conduce a la libertad. Por lo tanto, hay que sobrevivir, pero después de esto, procurar la salud física y emocional, tarea que desde luego, es únicamente personal.
De pronto, llega el 2020 sorprendiendo al mundo con cambios que nunca imaginamos. Lo que creímos que no llegaría de las lejanas tierras del continente asiático, se convirtió en una pandemia. La Real Academia Española la define como “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”. Así ha sido. Vemos en noticieros y en redes que esa enfermedad ha acaparado a todo el mundo: quien se contagia ya no es un chino, ahora es ese amigo con nombre y apellido.
¿Qué vamos a hacer? Lo que está sucediendo no lo podemos cambiar. No podemos huir de las circunstancias, incomodidades y conflictos actuales. Ni siquiera el más meticuloso administrador del tiempo podría establecer cuánto va a durar esto. Lo que sí está en nuestras manos es la reacción que tenemos ante el pasado y el presente. Tenemos la posibilidad de decidir y tener el control de lo que está en nuestra mente. Aquí es donde relaciono las circunstancias de los tiempos de guerra en La bailarina de Auschwitz con nuestra realidad. Tomo nota de cómo logró la supervivencia. Porque yo quiero ser superviviente. Si el poder está en la mente, tengo que entrenarla.
Partimos, pues, de que la libertad reside en aceptar lo sucedido. Aceptar la vida. El sufrimiento es universal, pero el victimismo es opcional. La victimización viene del exterior, es lo que no podemos controlar. No podemos controlar un virus, lo que las autoridades decidan hacer, tampoco podemos controlar la reacción de nuestros clientes y amigos, que también están afectados. En cambio, el victimismo procede del interior y la buena noticia es que nadie puede convertirnos en víctimas.
¿Saben ustedes que los pequeños disgustos de la vida simbolizan pérdidas mayores? Aplica para todos: para ti, para tu compañero en la oficina, el cliente, para tu pareja, tus hijos. Vamos a ver un poco más allá. Vamos a ser empáticos, a transmitirles paz.
No podemos controlar la situación exterior. Lo que sucede es real y hay que dar el paso de ser víctimas a ser supervivientes. Todo el éxito vendrá de tu interior. ¿De qué estás alimentando tu mente? Nadie puede quitarte lo que pongas ahí.
No podemos malinterpretar los hechos de la vida ni asumir sin comprobar. No podemos inventarnos una historia al otro lado del teléfono o de la pantalla. Necesitamos ser pacientes con los demás. Enseñemos con el ejemplo la resiliencia a quienes nos rodean.
En vez de prestar atención a lo que hemos perdido, ¿por qué no mejor prestamos atención a lo que todavía tenemos? Yo bailo por amor, bailo por la vida. ¿Tú qué haces por amor, qué haces por la vida? ¿qué es lo que te mueve?
Debemos ser conscientes de que esto es temporal. Por lo tanto, si sobrevivo hoy, mañana seré libre. Existe la enfermedad y la muerte. Pero siempre tenemos lo contrario: existe la salud, existe la vida. Hoy no me detengo porque estoy vivo. No hay peros, tengo trabajo, tengo familia, tengo salud. No pongamos “pero el sistema”, “pero el cliente”, “pero el ruido”… las únicas barreras están en el interior y hay que encontrar la manera de desmoronarlas.
Vamos a darle a quienes nos rodean una rama de esperanza y felicidad. Vamos a actuar como quien tiene un plan.
Antes que nada, tenemos que desconectarnos de la preocupación y el miedo para convertirnos en agentes de recursos optimistas y bienestar. Hay que aceptar y asumir el malestar para liberarse de una creencia negativa y transformarlo en algo positivo.
Las personas pasivas permiten que otros decidan, las agresivas deciden por los otros. Las personas asertivas deciden por sí mismas. ¿Qué tipo de persona elijes ser? Confía en ti. Tú bastas.
Cuando eres libre y estás bien, sonríes a menudo. Cuando sonríes a menudo, generas confianza y ésta se transmite incluso por medio de una llamada o a través de una pantalla. Cuando estás bien contigo es más fácil sensibilizarse ante los demás. Hoy nuestros clientes, la familia y los amigos necesitan más que nunca esa sensibilidad.
¿Cómo nos vemos? ¿qué le estamos reflejando a nuestros hijos ahora que estamos más tiempo en casa? Nuestros actos hablan más que las palabras. ¿Les estamos transmitiendo seguridad, valores y amor?
“Aprender a adaptarte a lo imposible y a lo inconcebible…” dice Viktor Frankl en El hombre en busca del sentido, “… al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”.
¿Cuál es el sentido de tu vida? En el ámbito personal, en el familiar, en el laboral. ¿Quieres generar más ventas? ¿o quieres ayudar a más personas mediante tu asesoría a que tengan una mejor planificación patrimonial? Una cosa te lleva a la otra, pero lo que resulta importantísimo es el enfoque que des.
Con frecuencia, las situaciones de crisis son las que nos hacen mejorar como seres humanos. Normalmente como resultado de ellas, las personas realizan una importante reevaluación de su situación vital y la modifican de manera que reflejan un conocimiento más profundo de sus propias capacidades, valores y objetivos. Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos. En este proceso, tendrá éxito quien logre adaptarse.
Los invito a hacer las paces con el mundo, con las circunstancias y con lo que nos toca vivir hoy. No podemos responsabilizar a los demás de nuestro propio bienestar. ¿Qué va a pasar cuando esto termine? Mientras la vida siga, estamos expuestos a sufrir más, pero también tenemos la posibilidad de sufrir menos, de elegir la felicidad y esto se logra asumiendo nuestras responsabilidades. Todos somos humanos imperfectos, pero siempre perfectibles.
Elijamos hoy la vida, la paz, la libertad. Transformémonos en mejores seres humanos y aprendamos que de esto se trata la vida, de crecer, de cambiar, de mejorar. Así es hoy y así será por siempre.
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