—¿Y tú qué quieres ser cuando seas grande? —me preguntaban como le preguntan a todos los niños. Como le pregunto yo también a mis hijos.
No recuerdo mi respuesta. Seguramente fue cambiando con el paso del tiempo, pero sin temor a equivocarme, de niña nunca mencioné la palabra “seguros”. Lo que sí recuerdo es que la palabra y acción de “ayudar” estuvieron presentes. Siempre quise estar en contacto con las personas, dispuesta a procurar bienestar, aportar algo positivo a la sociedad y dejar huella.
Así pasan los años, se presentan oportunidades, muchas, diferentes, uno crece y debe elegir.
Una tarde lluviosa de noviembre recibí la llamada que cambiaría el rumbo de mi vida profesional y personal para siempre.
—El Director General de la Promotoría de Seguros más prestigiosa del sureste quiere tener una cita contigo—dijeron al otro lado del teléfono—. Te va a interesar, ¡debes ir!
¿Cómo? ¿Seguros? No sé qué pensar, no sé qué decir. Recuerdo las palabras más importantes que me dijeron y que me hicieron considerarlo: “Lo vas a poder combinar perfecto con tus hijos, es ideal para ti”. Con los nervios a todo lo que dan, acepté. Elegí ir a la cita.
Llegó enero. Me presenté a la oficina con un chaleco azul marino, que me quité pronto porque el frío yucateco no dura más de dos horas, incluso en invierno.
—¡Bienvenida, Mariana! —me saludaron sonriendo.
Recibí los primeros cursos de capacitación con mucho entusiasmo, presente exámenes y adquirí la cédula. Ya soy Asesora Profesional en Seguros. Toda una carrera, mi carrera, que no es de velocidad, es de tiempo. Una profesión trascendental para el crecimiento económico de los países y de la sociedad. Estoy lista para aportar mi granito de arena.
Pero ser sólo agente no es suficiente, necesitamos dar algo más: debemos aportar valor. Que mi asesoría pueda ayudar a más personas y familias a crecer en algo y ser financieramente responsables. Porque no podemos depender de nuestros padres o de nuestro gobierno, cada quien es responsable de sí mismo, y por supuesto, de sus finanzas. De ahí el complemento y la razón de ser de mi carrera: brindar asesoría profesional en seguros y acompañar de la mano a cada uno en su caminar hacia la Responsabilidad Financiera.
—¿Cómo te ves en diez años? ¿cómo te ves en veinte años? —pregunto normalmente en las citas.
Puedo sentir los sueños y pasiones, todas las metas y proyectos que, efectivamente, visualizan para su futuro. Me ilusiono junto con ellos y veo el brillo en sus ojos al expresar lo que quieren lograr. ¡Deseo que lo logren! Me genera satisfacción ver a las demás personas ser exitosas y lograr lo que se han propuesto.
El común denominador en las metas involucra dinero, inversión, tiempo, recursos, esfuerzo, sacrificio. Unos dicen que quieren iniciar un negocio, tener una propiedad, vivir una vejez tranquila y que el retiro laboral sea estable económicamente. Otros piensan en su salud, en pagar los estudios universitarios de sus hijos, proteger a la familia y dejar una herencia en caso de faltar.
¿En el caso de faltar? Imagina que tu familia pueda realizar todos esos sueños, incluso en el caso de que no estés. Qué mejor herencia que dejarle a tu familia tranquilidad financiera.
¡Ahí aparezco yo! Para ayudar, para acompañarlos en esta planificación, para que desde ahora empiecen a ahorrar para lograr todas estas metas. Para que al pasar esos diez o veinte años pueda decirles “¡sabía que sí lo lograrías! ¡felicidades!” y compartir con ellos la alegría del éxito.
El tiempo pasa volando. Cuando te das cuenta, ya debes invertirle a tu negocio, llega a la universidad tu hija o tu hijo… cumples 60 años. Aunque de joven decías que no dejarías de trabajar, quizá quieras bajarle al ritmo de trabajo. O tal vez ya es momento de hacer las cosas por gusto y no por necesidad, tomar esas clases de piano para las que en tu etapa más activa no tenías tiempo, o iniciar ese curso de historia que siempre quisiste.
—A partir de hoy perteneces al porcentaje de la población que sí ahorra, que sí invierte y que es Financieramente Responsable —les digo muy contenta al entregar los papeles, sintiendo cuan gratificante es ser parte del proceso hacia la libertad financiera de los otros.
—Gracias Mariana, iniciar este proyecto de ahorro para mí y para mi familia, realmente me hace sentir una mejor persona —me han dicho al despedirse.
Sonrío satisfecha, porque esa Mariana que de niña quería ayudar cumple sus sueños hoy al contribuir al bienestar cuando alguien, cuando una familia más, se inicia en la cultura financiera.
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